Por un lapso de tiempo, El Diario de la Pitaya cederá su espacio a
EL manual abre su ciclo expresando su resentimiento hacia los Partidos Políticos Ilustrados, y como era de esperarse, le dedica al PAN, su primer escrito denominado
"EL MANUAL DEL CIUDADANO RESENTIDO"
EL manual abre su ciclo expresando su resentimiento hacia los Partidos Políticos Ilustrados, y como era de esperarse, le dedica al PAN, su primer escrito denominado
"EL PARTIDO DE LOS ILUSTRADOS" Parte 1
Por Carlos León
Es un
dato incuestionable que en un pasado más o menos remoto, hubo en el PAN grandes
intelectuales, asumo que desde su fundación y hasta la renuncia de Carlos
Castillo Peraza hace ya dos décadas (casi el tiempo de su muerte), la
estatura intelectual fue una nota característica de los panistas. Me imagino
que tan envueltos en las cotidianidades de gestionar elección tras elección,
los panistas que contemporizaron con Castillo Peraza deben asombrarse del
tiempo que lleva ausente, el mismo que ha transcurrido sin que haya surgido
otra figura de su talla, el mismo que llevamos los mexicanos sin escuchar una
pieza oratoria política digna de recordar o compartir en las redes sociales.
Con
natural asentimiento, los panistas de aquellas jornadas, estábamos a favor de que la representación panista en las legislaturas se engalanara con la presencia de
hombres y mujeres cortados de esa madera.
La
estatura intelectual estuvo acompañada siempre de una rabiosa vocación
democrática, presta a la deliberación y a la competencia electoral, sin la
mínima sombra de temor a la derrota.
Para mí,
el momento cumbre de esa tradición deliberativa, valiente para la contienda de
ideas y de elevación intelectual, fue la elección de Carlos como Presidente del
Comité Ejecutivo Nacional, o más precisamente su discurso, a la altura del
dramático momento en que fue pronunciado, Carlos no había alcanzado la votación
necesaria para ser electo Presidente, y se encontraba abajo en la votación,
frente a otro contendiente, Alfredo Ling Altamirano. Su discurso tuvo tal
calado que en la siguiente ronda de votación – la tercera - el Consejo Nacional
lo eligió, de ese tamaño la estatura de Carlos y de este tamaño también la
estatura de aquel Consejo, del que puedo decir orgulloso, que mi Padre formó
parte. En mi casa siempre profesamos y seguimos profesando una particular
admiración por Carlos, pero en aquel momento, era además el líder en quien
confiábamos el destino de Acción Nacional, amenazado ya por actitudes que hoy,
para su perdición, se han vuelto norma para los panistas del momento.
De
demócratas intelectuales a ilustrados, así ha sido la transformación del PAN,
de la ejemplaridad de su democracia interna, a otro partido de ilustres, otro
más del montón. Hoy, amparados en la característica intelectualidad de grades
demócratas como Adolfo Christlieb Ibarrola o Manuel González Hinojosa (omito a
los fundadores por obviedad), se reciclan en las dirigencias y en las listas de
plurinominales una partida de ilustres burócratas, apadrinados por Calderón
ayer y por Anaya hoy, o como herederos de la grilla de pasillo o de la metida
de hombro del gobernador de su estado. Se supone que obtienen ese honor por que
le dan lustre a la representación del PAN en las legislaturas, y se asume como
cosa normal, que no haya deliberación ni competencia electoral interna, entre
más próximos a la ciudad de México, más lejos de ser un activo electoral
externo, agazapados en la lista plurinominal, y si acaso, habrá alguno que
declare con aceptable coherencia o escriba con alguna luminosidad, pero ninguno
que se aproxime a la calidad de aquellos verdaderos intelectuales, y por
supuesto, ninguno que comparta la rabiosa vocación democrática de aquellos que
he mencionado y muchos otros que he omitido nombrar.
Cosa
irónica, si hoy regresara Carlos Castillo Peraza y pronunciara una pieza
oratoria de igual belleza y valor que la de aquel memorable 6 de marzo de 1993,
se encontraría con un Consejo Nacional que no lo comprendería; desde el triunfo
de Fox, el cargo de Consejero empezó a valer por su valor de intercambio, votar
en el sentido deseado por el Presidente de la República emanado del PAN
acercaba a un nombramiento de delegado federal, a la lista plurinominal o
alguna otra bagatela, no hay que ir muy lejos para entender por qué, desde
entonces ningún presidente se parece si quiera un poco a Carlos. Vasallos del
Presidente o personeros del gobernador, los Consejeros de hoy tampoco se
parecen a los que eligieron a Carlos, hablo por supuesto en términos generales
y consciente de que algunos hubo y habrá aún, que honren las mejores
tradiciones del PAN, pero quedan opacados por la reinante mediocridad.
Desorientados
por la ambición y por el ánimo de medrar así sea de la derrota y los despojos,
ninguno de los grupos o personajes que hoy buscan la dirigencia nacional incluye en su
discurso las formas, procedimientos y garantías democráticas. Desde el pedestal
de su ilustre ceguera, solo hablan de “acercarse
a los ciudadanos” y de “abanderar las
causas ciudadanas” y toda esta ilustre retórica heredada del PRI, la cual
jamás incluye garantizar los derechos políticos del más humilde de los
militantes, el derecho a votar, de participar en la elección del destino común,
porque eso no es de ilustres, ilustre solo es, aquel que sabe lo que a los
demás conviene y los protege de que yerren eligiendo libremente, por eso “acuerda en cortito” el nombramiento del
dirigente “hace amarres” necesarios
para asegurar la candidatura del “ahijado político”
y se consigue un lugar en la lista plurinominal. Partido político
democrático, solo es aquel donde el más humilde militante tiene garantizado el
derecho de desafiar al máximo líder, en la renovación de una cargo directivo o
la disputa de una candidatura.
En mi
siguiente escrito, hablaré de las taras o fijaciones del panismo bien
intencionado, que según mi punto de vista, dificultan la selección de una vía
para le recuperación democrática.
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