Por José Carlos León R.
En España se
refieren a los políticos que dominan las decisiones de los partidos como “los
barones”, “los barones del PSOE”, “los barones del PP”, no estoy tan familiarizado
con las dinámicas internas de los partidos españoles, pero el mote me gusta
para referirme a “los barones” del PAN o del PRI, más bien a los del PAN.
Acción Nacional
tuvo una destacada tradición democrática en su vida interior, cuando la
democracia es auténtica la retórica adquiere una notoria elevación, alguna vez
escuché a Castillo Peraza decir que el destacado desempeño de Diego Fernández
de Cevallos en el histórico debate presidencial de 1994 no era más que el resultado
de la larga tradición democrática de un partido acostumbrado a debatir y
someter a votación sus decisiones importantes. Aunque en las asambleas y
convenciones solo participaban los militantes, la repercusión de esta tradición
terminó por arrastrar al PRD y al PRI que, un poco a regañadientes, tuvieron
que poner en práctica procesos democráticos para elegir candidatos. En el año
2000 Fox no tuvo contrincante interno, su elección como candidato fue un
trámite, pero era tal la legitimidad que revestía al ganador de una candidatura
en el PAN, que el PRI tuvo que hacer su primer ensayo democrático para elegir
al candidato presidencial (no les ha durado mucho el gusto).
La tradición
democrática del PAN se fue perdiendo paulatinamente, para el año 2009 el tiro
de gracia se lo dio Calderón suprimiendo las votaciones internas para elegir
candidatos a diputados en más de un tercio de los distritos federales, con la
coartada de que los barones locales del PAN manipulaban los procesos internos,
Calderón los metió en cintura manipulando desde el poder presidencial la
selección de candidatos, esa verticalidad que lo favoreció, se le revirtió cuando
dejo de ser Presidente y el poder del partido pasó al dirigente nacional, dejó
así un partido sometido a la burocracia nacional y cuando esta se le salió del
huacal, Calderón se fue del PAN, se allanó al despojo.
Santiago Creel lo reconoció
en uno de los debates del proceso interno que acaba de pasar, no recuerdo las
palabras exactas, pero reconoce que el PAN abandonó su democracia interna. El PRI
y el PRD nunca fueron democráticos en su vida interna, esa es en mi opinión la
situación de los partidos del Frente Amplio por México, partidos dominados por barones
. . . y baronesas, para que no se me tilde de patriarcal.
Yo recuerdo a algunos
de los barones del PAN haciendo campaña interna para hacerse de una candidatura,
alabando la democracia interna, alguno lo resumía diciendo “el PAN de Rosas
Magallón” para aludir al partido que era ejemplo de democracia interna, lo
decía de dientes para afuera, porque cuando el panismo le dio la oportunidad de
gobernar, no pudo resistir la tentación de comportarse como un barón, tomando
el control del padrón, inflándolo con beneficiaros de programas sociales, así
le pagó a una militancia generosa que le abrió las puertas, llevándoles
acarreados a las elecciones internas para defraudarles el resultado, o sea, lo
que el PRI les hizo a estos insignes panistas en la calle, este barón se los hizo
a domicilio, en una elección interna, y hoy, como pago a semejantes servicios, barones
que como este a lo largo y ancho de la geografía nacional, reclaman ante la
burocracia nacional la entrega de una candidatura, de preferencia un distrito
bastión, la primera fórmula de senadores o un lugar preferente en la lista
plurinominal, y de paso, gestionan otros espacios para sus incondicionales, si
no, que clase de barones serían.
Esto que describo,
el pueblo llano lo sabe y lo entiende (hay
que usar la palabra pueblo sin miedo, porque no le pertenece a AMLO), por eso los
partidos de oposición tienen tantas dificultades para competir electoralmente;
Xóchitl es bien recibida por el pueblo llano porque la perciben ajena, no a los
partidos, sino a los barones que los mangonean.
Las organizaciones
ciudadanas han sido clave para que sucediera el fenómeno Xóchitl, la capacidad
de movilización mostrada en las manifestaciones en defensa del INE calaron en las
burocracias partidistas, los barones saben que los partidos del frente son solo
ruinas de lo que llegaron a ser en los noventas, con militantes de membrete y
estructuras mercenarias; ahora sin el control de los gobiernos ni de sus presupuestos
sociales, saben que no pueden pagar una estructura territorial, de esas que en
otro tiempo fueron necesarias porque los candidatos que eran fruto del reparto,
no movilizaban con el discurso y menos con la trayectoria, fue necesario “legitimarlos”
con acarreos y acarreados; y como este estado se prolongó algún tiempo, hoy los
partidos están escasos de figuras políticas presentables y de estructuras que
las respalden, esto no equivale a decir que los partidos carezcan de militantes
talentosos, los hay, pero si estos fueron resistentes a la manipulación, lo han pagado
con la censura interna, por eso no son conocidos, que no es lo mismo que decir
que no son valiosos, porque muchos lo son y muy valiosos.
Con la elección de
Xóchitl, los burócratas nacionales de los partidos dan por superada la crisis de
legitimidad de todas las candidaturas, por eso no hablan de elecciones primarias
para las legislativas y las locales, la elección de Xóchitl les cayó como
anillo al dedo para enmascarar el acostumbrado reparto de candidaturas entre
los barones, pero lo más preocupante para mí es que, todavía no escuchamos a
las organizaciones ciudadanas reclamar elecciones primarias abiertas para las
legislativas y las locales.
Si se los
permitimos, los barones de los partidos instalarán la narrativa de que la
elección de Xóchitl y el reparto de algunas insignificantes candidaturas a
ciudadanos sin partido, ha sido un logro inédito en la vida pública, si las
organizaciones ciudadanas no exigen primarias abiertas y aceptan que les otorguen
en la mesa de negociación unas cuantas candidaturas; en lugar de haber
ciudadanizado a los partidos, lo que van a lograr es, “partidizar” a los ciudadanos,
sin proponérselo podrían actuar como legitimadoras del reparto de poder.
Si los partidos del Frente Amplio por México,
como vienen haciendo hace tiempo, permiten que los barones de los partidos se
despachen con las candidaturas, la única certeza que podremos tener es que, si
gana el Frente Amplio por México el 2024, para el 2027, las mismas
organizaciones ciudadanas estarán promoviendo nuevo frente amplio opositor, para
enfrentar a los mismos de siempre, a los que de tan malos terminaron arrojando
al pueblo llano a los brazos del político más demagogo de su generación, porque
no ha habido expiación ni cambio de rumbo – ni de hábitos – en el PAN, ni en el
PRI, ni en el PRD, estos no han renovado ni sus prácticas, ni sus figuras, no
cabe pues, esperar algo mejor de lo que había antes de Morena, y como Sísifo, en
esta elección los mexicanos empujaremos la roca hasta la cúspide, solo para
verla rodar hasta el valle y al día siguiente de que tomen posesión tendremos
que empezar a empujarla cuesta arriba, por los siglos de los siglos; esa maldición
puede conjurarse con un proceso de selección que legitime a los candidatos,
estos pueden salir de los partidos, pero sin restricciones, ni ternas, ni algún
tipo de control que les permita a los barones “meter mano negra”, con padrones
base cero y transparentes, con debates, con contraste de ideas y trayectorias y con
la garantía del sufragio universal, libre y secreto.
La legitimidad de
Claudia Sheinbaum está en entredicho por un proceso opaco, así son las
encuestas, no existe un padrón, no existe un lugar físico donde a la vista de
todos se emitan los votos y a la vista de todos se cuenten, la legitimidad de Xóchitl
no fue plena porque no se celebró la elección primaria y el ceremonial escenificado
por Alito y Marko parece traído de los tiempos en que Fidel Velázquez llenaba con
acarreados la explanada donde tenía lugar el ceremonial del destape
presidencial.
Hoy desde las filas
ciudadanas (entre las que me cuento), defendemos instituciones, derechos y sus
garantías, que se construyeron desde los partidos políticos. El padrón con
fotografía, la insaculación de funcionarios y los tribunales electorales fueron
fruto del sacrificio y persistencia ejemplar de ciudadanos insignes, pero desde
las filas de los partidos. Ninguna institución, derecho o garantía democrática
hubiéramos conseguido los mexicanos en los tiempos más duros del autoritarismo
posrevolucionario, si los políticos de los partidos de oposición no le hubieran disputado las elecciones al PNR-PRM-PRI, en las más
adversas condiciones; nada se hubiera conseguido desde una ciudadanía inmaculada. Es
válido criticar a los partidos por su entreguismo a los barones y también es
válido rehusarse a afiliarse a un partido que solo usa a sus militantes (en
México todos), pero dentro de las filas
de estos partidos existen y subsisten héroes anónimos de mil batallas ganadas
en una casilla, pegando engomados en un crucero, colgando pendones en los
postes de electricidad u organizando un
mitin, actividades subversivas cuando tienen lugar en un régimen autoritario y que algunos
pagaron con una detención arbitraria, algunas lesiones y hasta con la pérdida
de la vida.
No debemos tener
temor a que los partidos postulen candidatos que emanen de sus propias
militancias, debemos temerle más a las candidaturas ciudadanas sin son fruto
del reparto y no de la democracia, los partidos tienen la gran oportunidad de
abrir sus procesos de selección y democratizarlos, para que sometan las
trayectorias y propuestas de sus militantes al escrutinio público; aunque todo
proceso democrático tenga riesgos, es más valiosa la oportunidad de legitimar a
los candidatos, porque por mal que nos caiga algún aspirante partidista, si
supera el escrutinio de una elección abierta, tendríamos que reconocerle esa
legitimidad y tendría mucho que aportar a la candidatura de Xóchitl.
Para este proceso faltan
además figuras nuevas, hay que abrir el derecho a postularse, para que
incursionen nuevos talentos, se debe permitir que compitan ciudadanos sin
partido, porque es también una oportunidad para que los partidos ganen
competitividad electoral.
Creo que desde las
filas ciudadanas no debemos cesar en la exigencia de apertura y democracia,
debemos ser implacables con los barones de los partidos y su afición al reparto
del poder, pero no debemos perder de vista que defendemos un orden constitucional
y unas instituciones que no fueron obra de la gratuidad o de espontánea
generación, sino fruto del sacrificio de hombres y mujeres de una valía
excepcional que siguen militando en los partidos y que merecen una oportunidad y
que, una vez liberados del yugo de los barones, podrían desplegar un potencial político verdaderamente
enriquecedor de la vida pública. Del tamaño de la firmeza con la que les exijamos a los partidos una
democracia plena, de este tamaño debe ser la
capacidad de escuchar a los dirigentes y miembros de los partidos dispuestos a abrirse
a estas exigencias. Esta coyuntura exige una elevación del discurso y una capacidad
de dialogo y de entendimiento; creo que si ya les hemos echado en cara sus vicios y
desvíos, podemos pasar a un diálogo más elevado y constructivo, siempre que muestren
un genuino ánimo democratizador y de apertura.
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