PARTE DE CAMPAÑA

Por Carlos León


Hay una regla elemental de las campañas políticas, haz que se hable más del tema que te favorece, que se hable lo menos posible del tema que te desfavorece y por consecuencia, que se hable más del que perjudica a tu adversario.

No es difícil deducir cómo interpretó el PAN el escenario electoral actual, partió de la perdida de legitimidad del gobierno de Peña Nieto, por los escándalos de corrupción, y asumió ciegamente que el tema de la corrupción favorece al PAN y desfavorece al PRI. De ahí que arrancara golpeando al adversario con el tema que le duele.

Hay en esta salida un error de cálculo, en el pasado el tema ético favorecía al PAN, porque había sido consistente en señalar – durante décadas – los excesos de los gobiernos, y porque los primeros gobiernos panistas honraron el valor de la rectitud. Los líderes del PAN sobresalían por la valentía de encarar al gobierno, precisamente en el tema ético, la exigencia de honestidad y uso legítimo del poder.



Hoy las condiciones son muy diferentes, la corrupción se conoce por la prensa y las redes sociales, no porque la oposición sea un contrapeso del PRI; el PAN y el PRD son vistos más como aliados legitimadores que como verdadera oposición, el verdadero contrapeso de Peña Nieto, es un puñado de periodistas que asumen su profesión con un sentido ético, y aunque hoy el político promedio desprecia los estímulos éticos, porque no encuentra relación entre ética y rentabilidad electoral, los partidos se están enfrentando a un escenario electoral, donde el tema central es el moral, cómo escribió Rodríguez Prats hace unosdías “es la corrupción, estúpido”.



Si el tema de la campaña es la corrupción,  o sea, el tema moral, por qué razón está resultando para el PAN un balazo en el pie; porque el tema es desfavorable para toda la clase política y principalmente para el PAN que tiene una base electoral más exigente, en términos de congruencia ética. Si las campañas siguen por ese rumbo, crecerá el segmento de indecisos y la elección se resolverá a favor del partido con mejor estructura clientelar, mayor capacidad de movilización y menos vulnerable en su base electoral por el tema de la corrupción, en resumen a favor del PRI.

Otro error que está cometiendo el PAN es asumir que los electores están a la búsqueda de un partido que pueda ganarle al PRI, y se está presentando bajo esa condición, pero parece ser que el electorado está buscando al partido que pueda ser diferente, ya no del PRI, sino de toda la clase política, el PAN incluido.

El problema que tiene el PAN, si en este momento decidiera cambiar de discurso, es que se quedó sin discurso; las reformas estructurales están consumadas, Peña Nieto ejecutó la plataforma del PAN en los temas energético e hidrocarburos, por eso el PAN ha tenido que salir con la baratija de subir el salario mínimo; en el pasado, el discurso del PAN sacudía a la población, pero se trataba de un discurso simbólico, es decir, de estímulos morales  e intelectuales, los líderes del PAN invitaban a pensar un México de igualdad, de libertad y oportunidades para todos, pero su dinámica interna pasó del discurso ideológico al utilitario, los procesos internos ya no se decidían por la fuerza del discurso, sino por el interés personal y la ganancia inmediata de los participantes, no es el azar lo que ha dado con una generación de políticos incapaces de articular una propuesta ideológica, es el resultado de una lenta transformación de un partido de valores a un partido de intereses, de un partido de hombres que buscaban hacer una aportación significativa a la vida pública, a una camarilla de aventureros que buscan renombre y encumbramiento personal, a cualquier precio.

Observo un síntoma muy curioso entre el panismo, es el mismo que recuerdo en los priistas en 1989, estaban seguros de la fortaleza de su estructura electoral, de la ventaja que representa tener una base electoral grande y detentar el poder público, así como la certeza de que los enemigos son pequeños para causar algún daño; los priistas en 1989 no tenían la capacidad de asimilar el momento de cambio que se estaba gestando y que los iba a arrollar a su paso, estaban en medio de la mayor crisis de legitimidad del sistema desde 1968, el fraude que puso a Salinas en la Presidencia había despertado la indignación general de la sociedad y los ciudadanos empezaban a buscar opciones de cambio, hoy la clase política enfrenta una crisis de legitimidad como la de Salinas, pero la crisis de hoy no es exclusiva del PRI, sino de todo el espectro de partidos; los ciudadanos están decepcionados y dispuestos a cambiar, los segmentos más inestables, sin necesidad de mucho análisis, son: el voto blando del PRI, el que le dio la segunda oportunidad de gobernar pensando que Peña Nieto podía ser efectivo políticamente, y hoy no da crédito a la ineptitud y la corrupción juntas, y el voto duro del PAN, que mira perplejo cómo, una institución que se distinguía por la estatura de sus líderes y su capacidad para encarar al gobierno, se convirtió en un insignificante instrumento útil al sistema, atrapado en la lógica y los valores del priismo, conquistado culturalmente por su eterno rival, sumido en el discurso del utilitarismo, de la compra de votos, de la sobrevaloración del voto corporativizado, la compra de líderes comunitarios y la manipulación de la información.

Hay una ventana para los partidos emergentes, las redes sociales pueden precipitar el empoderamiento de nuevas formaciones políticas, todo es cuestión de coherencia en el discurso y correspondencia entre los valores que se pregonan y los que se viven, en esta elección, los temas coyunturales como la economía, el empleo, la seguridad, etcétera, no tendrán tanta importancia como los temas éticos: la democracia, la honestidad y el regreso del decoro político, sí pueden marcar la diferencia. Pronto lo veremos.











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