CIUDADANOS "PURA SANGRE" O "ELOGIO DE LA APATÍA"

Por Carlos León

Hace tiempo que en México, los apologistas del apartidismo vienen cometiendo el error de formular un concepto de "ciudadanía pura sangre" que exalta la actitud expectante, la indefinición subjetiva y la inhibición intelectual o axiológica, para entrar en la batalla política; porque en México, citas con la democracia y con el bien común las ha habido siempre y casi todas protagonizados por los CIUDADANOS dentro de los partidos, frente a la apatía ciudadana.

Parece que se perdió la memoria del México postrado ante un PRI omnipotente, de aquellas elecciones organizadas por el gobierno, cuando votaban hasta los muertos, del colegio electoral, de la persecución a los opositores políticos, del encarcelamiento, las huelgas sin motivo o "toma de tierras" y toda una suerte de actos autoritarios contra los políticos opositores.

Pareciera que México despertó un día con libertad de prensa y elecciones organizadas por un árbitro ciudadano (mientras se llamó IFE), pareciera también que los triunfos de la oposición a finales de los ochentas y noventas hubiesen sido graciosas concesiones del poder, y no gestas cívicas protagonizadas en primera fila por los partidos de oposición y luego por una ciudadanía valiente, sin ahondar en las elecciones robadas en el 59 y el 68 en Baja California, donde destacó la valentía de los CIUDADANOS mexicanos comprometidos con su Patria, pareciera también que la transición del 2000 hubiese sido una simple anécdota entre partidos que convivieron siempre, en condiciones de normalidad democrática.

Acepto que de 2006 en adelante, se hable de un desencanto con los partidos políticos, pero me imagino que muchos de los pretendidos ciudadanos "puros", ya rebasaban la mayoría de edad hace una década, y vale preguntarse ¿Dónde estaban mientras México logró una transición histórica? Es de suponer, si algún compromiso tenían ya con la Nación, que participaron por lo menos con el sufragio, y que debieron festejar la derrota del PRI después de setenta años de ejercer un tramposo monopolio del poder; pero esta transición aunque ocurrió en el 2000, se gestó con más de medio siglo de perseverancia de los CIUDADANOS metidos en el PAN y con décadas de participación de los CIUDADANOS metidos en los partidos históricos de la izquierda mexicana (PSUM, PPS, PST, PRT) y en el PRD, y seguramente estos ciudadanos “pura sangre” reconocen la trayectoria de hombres como Manuel Gómez Morín, Manuel Clouthier y Salvador Rosas Magallón, por mencionar a los panistas y en la izquierda a Heberto Castillo, Rosario Ibarra y Blas Manrique, justo es decir también, que estas personas de renombre, no hubieran dejado una huella permanente en la historia política nacional si no hubieran contado con la participación decidida de todos aquellos CIUDADANOS que fueron inspirados por su ejemplo y abrazaron la causa de México, a través de los partidos, en las condiciones más terribles de persecución política, aquellos que conquistaron la plaza pública, y que fueron perseguidos o procesados por el infame delito de Disolución Social.

No es justo, ni estratégicamente acertado, que ante la efervescencia del “independentismo”, los ciudadanos que se estrenan en la arena política, acepten la premisa de que los mexicanos que han renunciado a los partidos políticos “son menos ciudadanos”, o que necesitan expurgar la culpa de haber pertenecido a un partido político, si agudizan el olfato y el oído, se darán cuenta que esta premisa ha sido propuesta por los burócratas que están apropiados de los partidos, baste leer la Ley que Reglamenta las Candidaturas Independientes en Baja California, para encontrar el origen de esta descalificación. Supongo que el emergente activismo de los ciudadanos que irrumpen en la escena electoral, no es consecuencia de una espléndida apatía mientras se gestó la transición, porque entonces habría que preguntarse ¿Quién es menos ciudadano? O ¿Quién tiene una culpa que expurgar?

No soy un convencido del independentismo, porque prima facie me suena igual que el “irse a la bola” de los campesinos que se enlistaban en las filas revolucionarias, detrás de algún general carismático, sin conciencia de la propuesta ideológica ni la plataforma política; por otro lado, reconozco que la decadencia de los partidos exige acciones contundentes para reformar el sistema de partidos, para acabar con el monopolio de las burocracias parasitarias que controlan los partidos, que dejaron de ser oposición legítima y encontraron un modus vivendi con los demás partidos (opositores o en el gobierno), que les asegura el usufructo de las prerrogativas, bajo la legitimidad única, de pertenecer a la “casta política” dominante.

Cualquier proyecto serio y responsable, surgido del independentismo, que quiera representar el interés nacional en el largo plazo, tendrá que buscar un cuerpo de doctrina que logre expresar el interés nacional, tendrá que buscar una estructura orgánica para la acción colectiva, que pueda provocar las condiciones de éxito del interés nacional en el largo plazo, por encima de los intereses parciales o de grupo, y eso es precisamente lo que hace un Partido Político.

Usar un lenguaje discriminatorio, entre ciudadanos “puros” y ciudadanos “infamados”, o hacer generalizaciones injustas, para meter en un mismo cajón a todos los partidos, de izquierda o derecha, oficialistas o de oposición, nacionales o locales, impedirá amalgamar un movimiento que pueda traducir su activismo, en posibilidades reales de triunfo. El riesgo del independentismo es que ocasione una mayor fragmentación de la votación y consolide a los partidos que acceden al poder con el 30% de los votos, o el 10% del listado nominal.

En este momento, todos los ciudadanos dispuestos a anteponer el interés nacional, sobre el interés particular o de grupo, todos los miembros o ex-miembros de los partidos, dispuestos a poner su experiencia al servicio del interés nacional así como los partidos políticos dispuestos a abrirse a los ciudadanos, tienen la obligación de cerrar filas, de crear un discurso integrador y propuestas entendibles, sobre todo, propuestas que orienten la acción colectiva de los ciudadanos en un entorno político deteriorado, en el que se ha desvanecido la confianza en la actividad política, como vía de transformación significativa de la realidad.

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