PANISMO MÁGICO

Por Carlos León

José Arcadio Buendía, terminó sus días atado a un castaño, como si el destino normal de los habitantes de Macondo, al llegar a la vejez, fuera  precisamente ese; los demás personajes conviven con el anciano y su situación, como si se tratara de un viejo en silla de ruedas o andadera,  no expresan ni reaccionan con asombro ante tan insólito destino; más de alguna vez he leído esta referencia literaria, como ejemplo clásico del realismo mágico latinoamericano, no es lo mío hablar de literatura, pero en cambio, el surrealismo de lo público, el realismo mágico en la política, me atormenta desde siempre.
Por alguna razón he ligado esta imagen de José Arcadio con los personajes que viajan en el Holandés Errante, cumpliendo la condena de navegar cien años, bajo la tiranía de Davy Jones, como precio por no perecer en un naufragio, en la película Los Piratas del Caribe y el Cofre de la Muerte. En esta película, los personajes se van transmutando en especies marinas, siguen siendo antropomórficos pero con incrustaciones o sustituciones de partes del cuerpo por caracoles, pez martillo y otras especies; por su parte los piratas normales se aterran ante este hecho, pero no por la apariencia de los condenados, cosa que les parece normal, sino por el riesgo de correr la misma suerte. Así me imagino a José Arcadio Buendía, fundador de Macondo y de la dinastía de José Arcadios y Aurelianos, con apariencia de árbol antropomórfico, chiflado y anciano.

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Esta capacidad de lidiar con lo extraordinario como si fuera la cosa más normal, es un rasgo distintivo de la cultura latinoamericana, reflejado en su literatura; como el hacerse de la vista gorda en un mitin, ignorando el hecho de que está lleno de acarreados, mientras en el back stage se socializa con los candidatos y se festeja el éxito de la movilización y lo prendida que está la campaña, teniendo mucho cuidado en no mentar el visible acarreo, lo que sería tomado como una muestra de incorrección política, una torpeza social imperdonable.

Nuestro comportamiento es surrealista, porque nos comportamos y gesticulamos asumiendo como real, sólo lo superficial, en tanto la realidad latente, la realidad debajo de la realidad, es interpretada como normal, como si entre la apariencia y la sub-realidad hubiera coherencia lógica y ética.

En las fiestas afrancesadas que eran la añoranza de Don Susanito Peñafiel y Somellera, la alta sociedad del porfirismo, podía socializar como gente decente, porque contaba con una coartada moral; los hacendados o industriales explotadores podían sentarse a la mesa y tratarse como gente de bien, fundados en el positivismo, en la versión de darwinismo sociopolítico, según la cual, así como en las especies animales, entre los humanos, hay clases sociales dirigentes, más aptas, y con derecho a dirigir a las menos aptas, bajo este entendido, el caballero que explotaba a los peones en la hacienda y los ataba a la tienda de raya, podía mirar a la cara al industrial que explotaba al obrero en la factoría, y así cada uno, usando una expresión literaria de mi amigo Diego Moreno, podía sentirse feliz de que lo hubieran parido. La fuente de la que abrevó el PAN su doctrina, es precisamente la reacción contra el positivismo, de la necesidad de asideros espirituales, de la insatisfacción del Ateneo de la Juventud, la generación rebelde, que se esforzó intelectualmente en fundar la moral y a la política -los valores- en una metafísica, que devolviera al hombre su igualdad ante los demás hombres, que le restituyera su dignidad.

Si afirmara que existe un género político llamado Panismo Mágico, porque el compadre puede poner al compadre como candidato a  Alcalde, el hermano puede poner al hermano como candidato a diputado, o un cónyuge al otro en la planilla como regidor, y los panistas actúan como si fuera lo más normal, sin inmutarse, se me podría objetar que no se trata de un género político genuino, sino plagiado de otro llamado Priísmo Mágico; pero el Panismo Mágico no se caracteriza por un hacerse de la vista gorda o por la ausencia de asombro como los habitantes de Macondo ante José Arcadio Buendía, el Panismo Mágico es un subgénero político genuino, posibilitado sobre todo por las redes sociales, y la oportunidad de hacer apología del vasallaje, de celebrar públicamente y exaltar la nueva dialéctica de amo y vasallo, de postear la selfie con el tapado y presumir su alineamiento, pero no de una forma normal, sino todo lo contrario, esta exhibición la realizan como si estuvieran danzando la haka maorí, a punto de iniciar el partido de rugby, sin tener conciencia que en lugar de intimidar al adversario político, ofrecen un grotesco espectáculo de sumisión política, un retorno al siglo XIX, al darwinismo porfirista, con una clase aristocrática que puede dispensar candidaturas para sus allegados y una clase política subordinada, que se muestra agradecida de que la dejen aplaudir y tomarse selfies.

Este absoluto extravío del partido de la dignidad humana, que el inigualable Carlos Castillo Peraza resumiera en la expresión “no se trata de cambiar de amo, sino de dejar de ser perro”, es, repito, el extravió del PAN, el hecho político más importante de nuestra actualidad; pues en la misma proporción que en los noventas el PAN significó la esperanza y la oportunidad de democratizar a la Nación, hoy representa la consolidación de una clase política inamovible y autoperpetuable a través de los compadres, los hermanos y el cónyuge, por encima del ciudadano y su dignidad, representa una nuevo género latinoamericano, de insignificancia política del militante, su absoluto desprecio.

El destino del tránsfuga puede ejemplificar mejor esta situación, pues con toda razón, a quien bajo el argumento de la falta de democracia interna, renuncia al PAN, se le puede acusar de irse a otro partido para ser “desigando” o “impuesto”; pero qué otra cosa se puede esperar, cuando el único partido que nació democrático, traicionó su propia historia, los demás, jamás tuvieron una tradición democrática, esta es precisamente la tragedia política actual, al clausurar el PAN sus prácticas democráticas, cerró el único camino que teníamos los mexicanos para dejar de ser perros, y algunos panistas, encuentran en esto un motivo de festejo y de exhibicionismo, no todos, por supuesto que no paso por alto, este hecho.

Sólo consigo explicarme esta actitud sumisa, a partir de una carencia vivencial: la insustituible experiencia de ser oposición, de vivir la marginación política, social y no pocas veces, económica. La mejor pedagogía política y moral, la brindaron los panistas cuando fueron oposición, no una oposición dentro de una normalidad democrática, sino una oposición sin oportunidad (aparente), yo no viví las campañas emblemáticas del 59 y el 68, no había nacido aún, en cambio, me tocó hacer campaña bajo la certeza de la derrota, y para que tuviera sentido hacer campaña en esas condiciones, era imprescindible estar forjando un carácter y una identidad; pues en la escena política figuraba la clase gobernante y una parte de la clase empresarial, adherida al poder, que vivía de la corrupción y el fraude electoral, pero que llenaba los espacios periodísticos de la sección de sociales, cerquita de esta, figuraba una larga fila de cortesanos, que aspiraban a ascender en la cadena alimenticia y abajito de estos, los acarreados al mitin, los que se daban por unos tortibonos; pero en la margen, estaban los panistas viejos, que enseñaban sobre la responsabilidad de hacer política para alcanzar el bien común, que era un orgullo personal o familiar, resistir y enfrentar al poder político y un motivo de agradecimiento, no necesitar una despensa o preferir las carencias que rendirse; este sencillo gesto de integridad, le dio tanto prestigio al PAN, que formó un capital político tan abundante, que muchos de los que hoy dispensan candidaturas a los compadres, hermanos o cónyuges, pudieron pasar por genuinos demócratas, nada más vestir los colores de Acción Nacional y repetir de memoria, sus principios.

Supongo que la larga estancia en el poder, terminó por transformar el ímpetu ciudadano, en una rancia y avinagrada clase política, con habilidades cortesanas; el ciudadano corre riesgos, el cortesano es hábil para granjearse el favor político; también supongo que una profunda necesidad subjetiva, de estar del lado bien, de mostrarse exitoso, o sea, una inclinación super fresa, es la venda que no les permite ver, a muchos, lo grotesco que resulta adornar la nueva realidad del PAN, con términos cargados de valor, como democracia, dignidad o responsabilidad.

El vasallaje político, se resume en la existencia de una clase aristocrática, que reparte el queso, generalmente entre sus allegados, y otra clase que se agacha y agradece lo que se cae de la mesa, si esta sumisión política, pragmáticamente produjera buenos resultados políticos, el porfirismo, además de crecimiento económico, hubiera producido equidad en las relaciones económicas y la revolución no hubiera tenido lugar, ni Zapata ni Madero tendrían una efeméride, o bien, durante los setenta años de hegemonía del PRI, México hubiera aprovechado la ola mundial de industrialización, para alcanzar un desarrollo ejemplar, con crecimiento económico sostenido y elevación del nivel educativo, y sería hoy ejemplo mundial de innovación en los negocios y normalización del desarrollo humano. Es claro y evidente, pero no para ciertos panistas, que estas nuevas formas de hacer política en el PAN, son fórmulas viejas, y los mexicanos sabemos con exactitud, qué esperar de ellas: subdesarrollo y sub-aprovechamiento de las oportunidades, ampliación de la brecha entre ricos y pobres y aumento de la corrupción y de la impunidad. La historia no tiene ejemplos de lo contrario.

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