Por José Carlos León R.
Yo soy un entusiasta del INE, pero
de eso hablaré más adelante, primero quiero referirme al entusiasmo de los
partidos de la alianza opositora, que hoy están renovado sus votos democráticos,
siempre que no se trate de democratizar sus procesos internos para seleccionar
candidatos.
El pueblo llano – no quiero decir
pueblo bueno para no crear confusión – ha demostrado un nivel de sofisticación
y madurez que, en mi opinión, es fruto de las prácticas democráticas de los
últimos treinta años, y por encima y por delante de los partidos políticos ha
tomado la agenda pública fijando como prioridad la defensa de la democracia, con
sus instituciones y sus reglas.
El presidente y sus hinchas pueden
seguir hablando de fraudes electorales imaginarios, mientras Bartlett podría
dar cátedra de fraudes verdaderos, pero el pueblo llano tiene un discernimiento
impecable, pues entiende que la democracia se sustenta primero en unos valores
formales y procedimentales y que un “nosotros somos diferentes” no es razón
para debilitar la autonomía y los contrapesos que protegen de la humana
tentación de perpetuarse en el poder, de la que imagino que los seguidores de López
Obrador lo creen exento, por mi parte creo que esto último es irrelevante y
tiene que ser así en una república, donde las leyes los pesos y los
contrapesos hay que ponerlos y mantenerlos pensando en la tendencia al abuso y
no imaginando un mundo platónico de gobernantes ultraterrenos; el pueblo
llano no se confunde, porque tiene memoria y distingue que las elecciones bajo
la dirección de Bartlett fueron fraudes orquestados desde el poder ¿desde dónde
más? en verdaderas elecciones de estado, y que después de Bartlett y a partir
del IFE-INE la alternancia fue posible y de forma pacífica, con padrones transparentes
y garantías judiciales.
Las concentraciones del domingo son
una bocanada de aire fresco en medio del sofocante y viciado ambiente político, cargado
de mistificación presidencial e hipocresía democrática de parte de la oposición,
que surfea sobre la ola cívica para ver si consigue algo de viada.
Mientras la intelectualidad oficial
defiende la consigna del caudillo, el pueblo llano defiende las instituciones,
la diferencia es tan abismal, como lo que hay entre el culto al líder por un
lado, y por el otro, la defensa razonable de unas instituciones modestas, unos
valores que han probado su efectividad por tres décadas y unos principios
ordenadores del acceso al poder, más allá de los personajes, una clara
sofisticación intelectual producto pedagógico de tres décadas de garantías
democráticas, fe ciega en el caudillo versus confianza en las instituciones y
las reglas, juzgue usted la racionalidad de cada bando.
Esta ola cívica sobrepasa a los
partidos de oposición, que intenta montarla con la astucia y el oportunismo
característico. Los dirigentes de los partidos de la oposición se rasgan las
vestiduras con el plan B, pero ningún dirigente propone democratizar la vida
interna de los partidos, cierto que en un acto desesperado, algunos como
Gustavo Madero han vislumbrado una elección primaria para elegir candidato a la
presidencia, pero ahí se agotan los ímpetus democráticos, más dentro, donde
se definen las candidaturas plurinominales, las candidaturas de los distritos
bastión, oposición y Morena son hermanos gemelos peleados, ahí la democracia se caricaturiza en la figura de
una “auscultación” una “consulta a las bases" una “selección por parte del
órgano directivo” o la simulación de una elección interna con padrones a modo,
muy parecida a las tómbolas y las encuestas.
El pueblo llano busca un modo de
elevar el debate y la calidad de los candidatos, pero cae en el juego de los
partidos de oposición, dispuestos a sentarse a la mesa del consenso, mientras el consenso sea entre unos pocos ilustrados que repartan las candidaturas y pueda evitarse lo fundamental de la democracia, padrones transparentes, acceso sin
restricciones a derecho de militar en un partido, reglas parejas, debate de
las ideas y sufragio libre universal y secreto.
Todo el esfuerzo de integración
entre sociedad civil y partidos opositores terminará en una decepcionante
repetición del juego en el que las burocracias partidistas ganan. La sociedad
civil debe dejar de pedir una mesa de negociación para consensar algunos candidatos
presentables, es momento de perderle la reverencia a los partidos y sus
famélicas dirigencias, es momento de exigir una puerta abierta para militar en los partidos, sin filtros ni reservas (con qué cara pretenderían filtrar), mediante una simple declaración
escrita, conviene ampliar el poder del INE para gestionar los padrones de los
partidos y de conducir sus procesos internos, hoy tan cuestionables como las
encuestas presidenciales, hay que aprovechar el estado de desesperación de los partidos opositores, y el lugar de que se monten en la ola, hay que arrastrarlos con ella, la pesca sería mayor y de largo plazo.
Es momento de que los burócratas de
los partidos sometan sus trayectorias y propuestas a una militancia libre y
robusta y que cualquier mexicano, por sencillo y recién llegado, pueda disputar
una candidatura al más veterano y venerable militante (si aún que algún venerable). En mi opinión, lo único
auténtico que tienen las burocracias partidistas, es su conciencia de pequeñez,
les aterra la confrontación con otros ciudadanos que sin mucho esfuerzo podrían
dejarlos en evidencia, dejando claro que su trayectorias modestas o renombradas
se deben al férreo control de las prerrogativas partidistas, y a la habilidad
para el toma y daca, para canjear “acarreabonos”, estos burócratas profesionales
saben que no tienen talento para prevalecer en una contienda pareja, por eso
adoran los pactos y los arreglos a nivel directivo, por eso el discurso y el
debate es tan pobre.
Si no es esto lo que sucede, la ola
cívica no pasará de querer dirigir el timón a gritos y sombrerazos. Yo no me
resigno a que con estos bueyes tengamos que arar, porque en caso de derrotar a
Morena con estos bueyes, al día siguiente de que tomen el poder, regresaremos a
lo que había antes de Morena, que de tan malo muchos prefirieron al actual
Presidente.
A mí me entusiasma el INE y la afiliación declarativa a los partidos, o sea, que para pertenecer a un partido político baste con presentar una solicitud al INE, que este sea el que gestione los padrones de los partidos y organice los procesos internos de selección de candidatos, para acabar con la perpetuación de las camarillas infames que controlan en este momento las vías de acceso al poder, para que de una vez por todas, en este país se abran de par en par, sin ninguna limitación, las puertas de la participación política para todos.
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